Rodolfo Hernández, de 77 años, se refiere a sí mismo con su profesión: se nombra como “ingeniero Rodolfo Hernández”, como si esta fuera parte su nombre de pila. Quien no lo conoce puede hacerse una idea de él como el “Trump” colombiano, que con una fortuna propia y presentándose como un outsider, un político independiente ajeno al establecimiento y a los partidos tradicionales, busca llegar a la presidencia de Colombia el próximo 29 de mayo.
Rodolfo Hernández Suárez (Piedecuesta, Santander, 1945) es un empresario oriundo de la región de Santander, en el noreste colombiano.
Se desempeñó como empresario de la construcción, con lo que amasó su fortuna, y tras un paso polémico pero popular por la alcaldía de Bucaramanga —una ciudad de unos 500.000 habitantes en el noreste de Colombia—, decidió dar un salto a la arena nacional como candidato presidencial con una plataforma basada en la lucha contra la corrupción.
Hernández, el “Trump” colombiano
Rodolfo Hernández se expresa de manera muy coloquial y con frecuencia con groserías. Es informal y busca mostrarse auténtico: una entrevista en Español vía virtual la concedió en pijama. Quienes lo critican dicen que le gusta figurar, mostrarse. “Él es un narcisista por la figuración y ya lo ha logrado”, agrega Acelas.
“Él ha creado aquí lo que en teoría política le han llamado hechos alternativos: hace ver que fue un gobernante exitoso —que no lo fue— que transformó la ciudad… y se crea una ficción muy bien en la línea de (Donald) Trump”, creyéndose un “caudillo redentor”, dice Acelas.
El “ingeniero Rodolfo” hace alusión a la fama que tienen los santandereanos: tiene un carácter firme, habla de frente y sin rodeos, con un tono fuerte y contundente.
Durante la campaña ha acusado a sus detractores de “sinvergüenzas”, “atracadores”, “ladrones”, y hasta drogadictos cada vez que tiene oportunidad.
Usa malas palabras e improperios porque es “espontáneo, porque soy natural, porque aquí en las reuniones de amigos hablamos así”, dijo en el medio local Minuto 30.
Hernández ha golpeado frente a las cámaras a sus contrincantes políticos. Una de esas veces ocurrió en noviembre 2018 cuando agredió físicamente a un concejal opositor frente a las cámaras.
El entonces alcalde de Bucaramanga acusó al concejal Jhon Claro de no dejarlo hablar, de tener una “dictadura”. Le dijo “sinvergüenza” y lo acusó de estar aliado con corruptos. En ese intercambio de palabras, Hernández se levantó de la silla y le dio un golpe en la cabeza y además descargó una andanada de improperios que iban desde calificativos hasta vulgaridades.
Fue “un error humano provocado”, se excusó más tarde, cuando la Procuraduría lo suspendió por tres meses y un juez, en segunda instancia, lo obligó a pagar una multa de unos 95 millones de pesos (unos US$ 23.000 al cambio actual) que él pidió pagar en 190 cuotas de unos US$ 120 mensuales, reportaron medios locales.
Ha tenido declaraciones polémicas, como no saber qué es ni dónde queda uno de los departamentos de Colombia (“¿Vichada? ¿eso qué es?”, dijo en un video que se volvió viral).
En otra oportunidad llamó “barrigones”, “gordos y perezosos” al cuerpo oficial de bomberos de Bucaramanga. Uno de ellos demandó al exalcalde por 327 millones de pesos (unos US$ 80.000).
Y en otra de sus salidas en falso, dijo públicamente que era admirador de Adolf Hitler.
“Yo soy seguidor de un gran pensador alemán. Se llama Adolf Hitler”, dijo en 2016 en una entrevista con la cadena radial RCN.
Años después, en 2021, cuando ya echaba a andar su carrera a la presidencia, Hernández dijo que se equivocó y que tuvo un lapsus al citar a Hitler, líder del Partido Nazi responsable del Holocausto judío. A quien realmente quería citar, dijo, fue a Albert Einstein.
“Él lo que ha creado es una ficción mediática de que es un outsider porque viene de afuera de la política. Es un populista de derecha: él le juega también a ser como Donald Trump”, dice Acelas, quien señala su fortuna y su retórica incendiaria para compararlo con el expresidente de Estados Unidos.