Pueblo amado:
Cuando Rafael Augusto Sánchez escribió “Al cabo de los 100 años”, hace ahora 80 años, no podía imaginarse que las conclusiones de su pensamiento penetrante exponiendo las graves carencias del liderazgo dominicano, tendrían mayor validez en este tiempo.
Sus conclusiones fueron una especie de paredón para quienes creyeron que habían fundado una nación, cuando en realidad solo tenían una manada de come comidas dominando un territorio, muy lejos de alcanzar el grado de ciudadanos.
Lo que acabamos de presenciar en las recién pasadas elecciones es un retrato fiel de esa realidad. Tenemos un país de parejeros, sin líderes auténticos, audaces y valientes para conducir al pueblo.
Padecemos una sarta de políticos sin escrúpulos enquistados en los poderes públicos que no son capaces de resolver uno solo de los problemas nacionales, sino de agravarlos, pero unos verdaderos maestros para comprar voluntades a todos los niveles.
Si hay un problema grave en el país es el alto costo de la vida que manda a cientos de miles de familias a comer lo que encuentran para supervivir, a arrojarse al trabajo informal que aparezca, a carecer de seguridad social y servicios estatales eficaces.
Esa inmensa masa en penurias económicas, con muy baja o ninguna escolaridad, arrojada a jugar loterías, dependiente de los caudillos y caciques políticos para comprar un medicamento o un ataúd, es parte también de los ‘ciudadanos’ con derecho al voto.
Disfrutan de un derecho que no pueden emplear para sí mismos porque carecen de organización social y política para poner su inmensa fuerza en tensión, quedando al servicio de sus verdugos a los que tienen que vender su voto cada cuatro años para comer una semana y seguir pasando calamidad el resto del tiempo.
Políticos sin alma que solo buscan riqueza a su paso por el Estado, viven muy cómodos con esa masa de hambrientos con cédula que constituyen su garantía de continuidad en la Presidencia, el Congreso Nacional o los ayuntamientos, a cambio de un par de pesos como ‘ayuda’.
Mientras exista esa masa de votantes de alquiler, no hay forma de impedir la compra de votos y mucho menos de sacar del Congreso y los ayuntamientos a esa partida de inservibles para el pueblo, pero serviles a los gobernantes y a sus socios de negocios.
Son franquicias
Para mayor desgracia, los partidos han devenido en franquicias electorales que no forman políticamente a los ciudadanos, no los ayudan a organizarse para la defensa de sus intereses y los dejan solos para que se los trague el león.
Mientras exista esa masa de votantes de alquiler, no hay forma de impedir la compra de votos y mucho menos de sacar del Congreso y los ayuntamientos a esa partida de inservibles para el pueblo, pero serviles a los gobernantes y a sus socios de negocios.
Son franquicias
Para mayor desgracia, los partidos han devenido en franquicias electorales que no forman políticamente a los ciudadanos, no los ayudan a organizarse para la defensa de sus intereses y los dejan solos para que se los trague el león.