Otro muro fronterizo surge en América Latina: ¿solucionar la migración irregular o aislar al país más pobre de la región?
La propuesta, que costaría más de 100 millones de dólares, ha sido criticada por los sectores que la ven como un “derroche garrafal” para trazar una verja perimetral de unos 190 kilómetros.
La intención del Gobierno de República Dominicana de construir un muro en su frontera con Haití, con el objetivo de frenar lo que consideran “graves problemas de inmigración ilegal”, ha generado críticas entre quienes rechazan el gasto millonario que implicaría esta obra de gran magnitud, similar al proyecto sin éxito del expresidente estadounidense Donald Trump, revocado por su sucesor, Joe Biden.
Aunque el mandatario dominicano, Luis Abinader, hizo el anuncio en su mensaje anual ante la Asamblea Nacional, el pasado 27 de febrero, ya a principios de enero había asomado la posibilidad de construcción de esta valla durante una reunión bilateral con su par haitiano, Jovenel Moise, en la que hubo énfasis en el tema limítrofe.
Se prevé que la “doble verja perimetral” tenga unos 190 kilómetros de extensión y que su costo sea de 100 millones de dólares. Santo Domingo ve esta opción como una manera de frenar las problemáticas que ocurren en sus 373 kilómetros de frontera con el país vecino.
República Dominicana calcula que en su territorio hay 500.000 personas de nacionalidad haitiana que se encuentran de manera irregular en esa nación antillana, según la Encuesta Nacional de Inmigrantes.
¿Cuáles son los avances?
En cuanto al adelanto de la obra proyectada, apenas hay un octavo construido, según información del canciller dominicano, Roberto Álvarez, quien dijo el pasado martes, que se han edificado 23 kilómetros del muro y que se espera que a finales de 2021 se llegue a unos 30.
Álvarez también informó que están en negociaciones con varias compañías, dos de ellas israelíes y una española, para eventualmente realizar una licitación que defina quién llevará adelante el ambicioso proyecto.
El canciller considera que “no es una suma excesiva” los 100 millones previstos para el muro. Los pagos, según dijo, podrían hacerse a través de “modalidades de financiamiento a largo plazo”. Sin embargo, algunas voces han señalado que ese presupuesto podría utilizarse para desarrollar planes integrales para el beneficio de ambos países.
Con esta valla, según el diplomático, se busca regularizar los puntos de entrada a su país. Esto implica una alta inversión en elementos tecnológicos como radares, drones, cámaras de reconocimiento facial, rayos infrarrojos y sensores de movimiento, además del reforzamiento de los planes de seguridad, que contemplaría mayor presencia de agentes fronterizos en la zona.
Un anuncio previo
Durante su discurso de rendición de cuentas, Abinader adelantó que en la segunda mitad de este año se empezaría a construir una “línea divisoria” entre República Dominicana y Haití.
Esta decisión ya se había delineado a principios de enero cuando el mandatario dominicano y su par haitiano firmaron un documento, compuesto por nueve puntos, que contemplaba temas de cooperación como la identificación en el registro civil de haitianos en República Dominicana, la venta de energía a Haití y la construcción de hospitales generales en ese país.
En tres puntos del acuerdo se puso énfasis en el tema limítrofe. En uno de ellos se planteaba la necesidad de iniciar “lo antes posible” la delimitación de las fronteras marítimas. En los otros dos se acordaba buscar la financiación para establecer “controles físicos o tecnológicos en todo el borde terrestre de la frontera” para “eliminar el flujo migratorio irregular, el tráfico y la trata de personas, el flujo de armas, el narcotráfico y el robo de ganado”.
Voces a favor
Desde el seno del Legislativo, el presidente de la Asamblea Nacional, Alfredo Pacheco, manifestó su adhesión a la propuesta y dijo que hará “cualquier esfuerzo en el plano legislativo” para lograr el levantamiento de la valla.
La extrema derecha, en la voz del excandidato a senador Vinicio Castillo, también le dio un espaldarazo a la propuesta.
En su cuenta de Twitter, Castillo se preguntó si quienes se oponen al muro “tienen verja en su casa”. “¿Les permiten a sus vecinos entrar a sus casas sin permiso?”, escribió.
Del mismo modo, aseveró que los contrarios al proyecto son las mafias del narco y de armas ilegales, los traficantes de leña y carbón y los contrabandistas.
Mucho más enfático, el diputado Elías Wessin Chávez, del conservador Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano, catalogó el levantamiento de la verja como un “acto de dominicanidad” que le conviene a los dos países.
¿Qué podría haber detrás del muro?
En un artículo de opinión, el periodista dominicano Germán Marte se refiere a una minoría ultraconservadora “muy mediática y ruidosa” que ve en los migrantes haitianos “un grave peligro” para República Dominicana y que apoya la construcción de la verja.
Marte considera que el muro es “absurdo” y un “derroche garrafal de dinero” para “frenar ‘la invasión haitiana'”. “Cuando la desesperación se apodera de un pobre hambriento no hay muro que lo detenga”, escribió.
El periodista propone que esa suma de dinero sea utilizada para construir “un verdadero sistema de defensa” en la frontera “conjuntamente con escuelas, unidades de atención primaria y una buena carretera”.
“En lugar de muros que dividan es preferible construir puentes de entendimiento, de solidaridad y cooperación entre haitianos y dominicanos”, dijo en su artículo, donde también recordó que EE.UU. dejó sin efecto “la edificación de un costosísimo muro en la frontera con México”, según el reciente anuncio de la Casa Blanca.
La especialista en temas internacionales Sandra Cohen recordó en su blog, publicado en Globo, que la relación entre ambos países “nunca ha sido fácil” y que en los últimos años se ha visto marcada por la migración haitiana y por la xenofobia del lado dominicano.
Cohen concluye que la construcción de una barrera en la frontera “busca resolver el problema dominicano, aislando, una vez más, a Haití”.
Haití es el país más pobre de América Latina y la situación económica tras el terremoto de 2010 agravó la pobreza extrema en ese país, que ha visto la migración al país vecino como una posibilidad de mejorar sus precarias condiciones de vida. A este panorama, se le suma la inestabilidad política y la crisis por la pandemia.