Ya hay escasez de alimentos y combustible como consecuencia de la ola de violencia que paraliza al país, desata por el encarcelamiento del expresidente Zuma y la crisis económica.
La escasez de alimentos y combustible comenzó este miércoles a amenazar a Sudáfrica tras el sexto día de una ola de violencia causada por el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma y por razones de larga data como el desempleo endémico.
Las colas se formaban temprano delante de las estaciones de servicio, sobre todo en los alrededores de Durban y Johannesburgo.
La víspera, la mayor refinería de Sudáfrica anunció el cierre “por fuerza mayor” de su estación cerca de Durban, en KwaZulu-Natal (este), que abastece cerca de un tercio del combustible que se consume en el país.
“La escasez de nafta en los próximos días o semanas es inevitable“, declaró a la AFP el vocero de la Asociación de Automovilistas (AA), Layton Beard. Agregó que algunas estaciones estarían ya vacías y otras racionan.
En Durban, ciudad muy afectada por los saqueos de tiendas y almacenes, las filas de clientes que buscan comprar víveres comenzaron a formarse la víspera delante de los supermercados, temiendo una escasez de productos.
Desde hace varios días, la provincia de KwaZulu-Natal y de Guateng (donde se encuentran dos de las principales ciudades del país, Johannesburgo y Pretoria), viven bajo un torbellino de violencia alimentada por la crisis económica de un país agotado por la pandemia de coronavirus y que alcanzó una tasa de desempleo récord (32,6%), y por el encarcelamiento de Zuma, condenado por desacato.
La violencia comienza a expandirse esporádicamente hacia otras provincias, como Mpumalanga (noreste) y Norte del Cabo (centro), según la policía.
El último balance oficial daba cuenta de 72 muertos y 1.234 detenidos. La mayoría de los decesos se produjeron durante los saqueos, como consecuencia de avalanchas en las tiendas y centros comerciales.
Los primeros incidentes estallaron al día siguiente de la entrada en prisión el jueves del expresidente Jacob Zuma, condenado a 15 meses de prisión firme por desacato a la justicia, lo que alimentó la frustración y desencadenó la violencia.
El lunes por la noche, tras haber tomado la decisión de desplegar al ejército, el presidente Cyril Ramaphosa alertó del riesgo de “escasez” si la espiral de violencia continuaba.
En algunos barrios, los vecinos se organizaron para asegurar ellos mismos la protección de sus tiendas.
Las autoridades avisaron del riesgo de excesos, pidiendo a “las comunidades que eviten hacer su propia justicia”.
A pesar de los llamamientos a la calma de las autoridades, y del despliegue de cerca de 2.500 soldados para apoyar a la policía, miles de sudafricanos continuaban los saqueos el martes en almacenes y tiendas.
La policía, falta de efectivos, fue rápidamente sobrepasada.
La ola de saqueos sigue provocando dudas sobre la seguridad de Sudáfrica en las naciones de la zona.
La Unión Africana condenó “con firmeza” el martes por la noche la violencia y los saqueos, haciendo un llamamiento al “restablecimiento urgente del orden”, al tiempo que evocó el riesgo para la estabilidad de la región.