Los anuales de la natación repiten los nombres de las figuras que impulsaron y dieron mayor visibilidad a este deporte, desde los pioneros como ‘Duke’ Kahanamoku o Johnny Weismuller, a héroes olímpicos como Mark Spitz, Dawn Frasen o Michael Phelps.
En una natación moderna en la que se suceden y proliferan los estandartes, uno de ellos está labrando un monumental altar a su dominio: el bracista británico de 26 años Adam Peaty, un competidor que permanece invicto en todas las finales que ha disputado desde 2014 en la prueba de los 100 metros y sólo registra una derrota en todo este tiempo en finales de la distancia no olímpica de los 50.
Su hoja de servicios está en consonancia con esa trayectoria: once récords mundiales individuales (dos más por relevos mixtos de estilos) y el hecho de ser el primer y único bracista en bajar de los 58 segundos… y de los 57. Como si Usain Bolt hubiera corrido los 100 metros repetidamente en menos de 9.50.
Ni los confinamientos por la pandemia, ni en su caso el nacimiento de su primer hijo -menos horas de sueño- han afectado al rendimiento de Peaty, que en noviembre pasado batió dos veces su plusmarca del hectómetro en piscina corta, durante la disputa de la segunda temporada de la liga profesional ISL.
Esta semana se nadan los campeonatos de Gran Bretaña clasificatorios para los Juegos de Tokio y en ellos Peaty ha realizado dos carrerones a su altura en los 100 metros, en las eliminatorias y en la final. Sus respectivos tiempos (57.70 y 57.39) no son solamente los mejores de 2021, con gran diferencia, sino que se sitúan como décimo y quinto de la historia. Con ellos el británico completa un ‘bingo’ de las 20 mejores marcas marcas de todos los tiempos en su poder, que abarcan desde su récord vigente, 56.88, hasta 58.21.
En su deporte, sólo Katie Ledecky resiste la comparación en los 800 metros libre (las 23 mejores marcas son suyas), aunque en el caso del británico revista un valor diferente por tratarse de una especialidad de velocidad, en la que los márgenes entre los competidores son más estrechos. Pero no en su caso, cuando pone en acción esa potente musculatura que adorna con el tatuaje de un león, y las aguas se abren a su paso.